Las nuevas fronteras de la música venezolana de raíz tradicional

Las nuevas fronteras de la música venezolana de raíz tradicional

A propósito de su libro C4 Trío y la leyenda de los cuatros explosivos, el cronista musical Gerardo Guarache habla sobre cómo este cuarteto es parte de un movimiento que se alimenta de la tradición pero no se somete a ella, sin miedo a la experimentación cosmopolita

Es una historia que tiene de todo: grandes esfuerzos y grandes logros, serendipia, humor, tragedia, momentos de silencio y de fiesta, respeto al conocimiento profundo de la tradición, audaces visiones del futuro. Se subtitula La leyenda de los cuatros explosivos y es la historia de C4 Trío, eso que se ha definido como un cuarteto de cinco integrantes pero que también podríamos describir como una banda de jazz que también hace pop pero es un conjunto de música tradicional con una energía rocanrolera.

La escribe alguien que conoce muy bien la formación musical que está publicando álbumes desde 2007 y que hoy está compuesta de los cuatristas Jorge Glem, Héctor Molina y Edward Ramírez, y el bajista Rodner Padilla, siempre rodeados de gente que ha visto en ellos lo que son capaces de hacer, como Ernesto Rangel. “C4 Trío es la expresión más palpable de lo que puede lograr el cuatro venezolano como instrumento”, dice el periodista especializado en música Gerardo Guarache Ocque, el autor del libro C4 Trío y la leyenda de los cuatros explosivos, y antes de eso de Yordano por Giordano y Zapato3: una idea muy obscena. “Para mí las cuatro notas del cambur pintón son el llamado a la venezolanidad, algo que escuchas e inmediatamente conectas con eso. C4 ha mostrado que se pueden romper un poco las amarras de lo tradicional para entrar sin complejos en una dinámica de influencias distintas, que no hay que tener miedo a llevar al merengue venezolano a un sitio donde se encuentre con el jazz y donde puede dialogar con músicas del mundo”.

C4 Trío aprendió mucho de Ensamble Gurrufío, de Aquiles Báez y de Saúl Vera, pero siguió adelante para alterar los paradigmas de lo que debe ser un ensamble de música venezolana de raíz tradicional en cuanto a cómo moverse en un escenario, cuáles recursos técnicos usar en un concierto, cómo trabajar a partir de un guión y atraer al público, no desde el mandato de que tienen que escuchar música venezolana porque es venezolana, sino por su calidad musical y la originalidad o el buen gusto del espectáculo.

“Lo más interesante en este momento es que hay varios proyectos usando el patrimonio tradicional que les pertenece para crear elementos distintivos”, dice Guarache.

“Creo que el nuevo disco de C4 Trío, Back to 4, es otro paso adelante. Ya no se conforman con versionar una salsa, sino que Glem escribió una salsa nueva instrumental. Van saliendo de las fronteras de lo que un músico como él tenía que hacer. Miguel Siso ya no piensa en que está tocando una gaita de tambora, sino que le sale en la búsqueda que está haciendo, en la historia que está contando sobre la migración, en sus discos Identidad e Itinerante. Ahí está muy clara la huella de la diáspora, pero también hay músicos viviendo en Venezuela que viajan mucho, y entrando en contacto con músicos de otros países y adquiriendo influencias. La de hoy es una creación musical más natural, menos basada en los patrones rígidos de lo que debe ser una gaita zuliana, una onda nueva, un merengue caraqueño. Aldemaro nunca se conformó y creó una manera nueva de tocar el joropo. Eso está volviendo a pasar”.

En estos nuevos desarrollos es clave el cambio de actitud, o más bien de foco, desde el nacionalismo a la defensiva hecho de queja y de resentimiento, al valor de la música por sí misma. “Glem no necesita declarar todo el tiempo que toca joropo estribillo, eso es natural en él y sale en el jazz que está tocando. A medida que los músicos encaran la creación con más naturalidad, el público también se acerca con naturalidad”, agrega Guarache. También los músicos de otros géneros, como el pop; Servando Primera propuso una colaboración a C4 Trío.

Un registro de lo que somos

C4 Trío y la leyenda de los cuatros explosivos, publicado por Guataca, tiene fotos, una cronología a color y códigos QR para escuchar canciones y álbumes en streaming a medida que uno va leyendo. Y se lee muy rápido, con mucho placer.

La idea de hacer un libro sobre la banda tenía años flotando entre Héctor Molina y Edward Ramírez, pero había que acumular historia que contar. El proyecto se mantuvo vivo porque en la vida común, C4 Trío y su entorno acumulaban sin cesar unas anécdotas de las que Guarache era testigo en los años en que escribía sobre música para El Nacional y otros medios, y vio crecer a C4 Trío, construyendo una relación con ellos. “Cuando me las contaban yo pensaba cuáles se podían convertir en relatos, con humor y con drama”. Pasan años difíciles, en que algunas de esas anécdotas refieren cuentos muy dolorosos y en los que los miembros de cuarteto fueron saliendo de Venezuela en distintos momentos, hasta que llegó un punto en que todos vivían ya en Estados Unidos, salvo Edward que entonces estaba aún en Medellín (ya está también en Miami), y Molina llamó a Guarache para decirle que había llegado el momento de hacer ese libro, y que lo tenía que escribir él. “Y era perfecto porque ya había hecho un libro de rock, el de Zapato, y uno de pop, el de Yordano, pero no de lo que más he escrito en prensa, este fenómeno de la música venezolana actual. Los libros de Yordano y Zapato son sobre un mundo que no viví; pero esto sí lo viví. Hasta estaba con ellos cuando recibieron el Grammy en Las Vegas y fue muy emocionante”.

Guarache también es músico, pero no tradicional. “Mi papá era coleccionista de acetatos y CD. En mi casa la música es un elemento muy importante: todos somos capaces de irnos de un sitio porque la música no nos gusta. Y desde chamo he escrito. En el periodismo se juntaron todas esas cosas”. Trabajando en El Nacional, Guarache advirtió que había un intenso movimiento musical por documentar, en muchos músicos como los C4, los de Ensamble Recoveco, los de El Tuyero Moderno, y la gente que Álvaro Paiva congregaba en la Movida Acústica Urbana. Era algo nuevo construido con ladrillos de tradición, que daba resultados estimulantes, llenos de promesa. Guarache se dedicó a cubrir eso y hoy está a cargo de los contenidos de la plataforma Guataca, que no solo organiza conciertos y grabaciones de música venezolana en Venezuela y el exterior, sino que es el mejor medio para seguir lo que está pasando en ese mundo.

Gerardo Guarache Ocque, cumanés como Jorge Glem y basado actualmente en Barranquilla, ya ha escrito tres libros sobre tres experiencias distintas de música hecha en Venezuela

Foto: Yadira Pérez

Lo cierto es que Gerardo Guarache está construyendo una obra propia como cronista de una de las experiencias más ricas y provechosas de la nación venezolana, su vida musical, que no solo aguanta desplomes económicos, migraciones en masa y revolcones de la Historia, sino que no deja de evolucionar, con todos los problemas que tiene en cuanto a su sostén económico, su difusión y su protección laboral e intelectual. Venezuela es música, más allá de El Sistema, del reguetón corporativo y del arpa-cuatro-y-maracas que se preocupa más por un nacionalismo chavistoide que por la calidad musical. Ya con tres buenos libros encima, más su compilación de los diez años de Guataca, Guarache tiene un portafolio sólido.

“Envidio los países que llevan un registro de lo que son, que documentan su historia en la palabra escrita o en películas o en la ficción, y trato de llenar algunos baches, como puedo. Ir dejando registro que lo que me parece importante para el país”.

Ante casos como el de Guarache es inevitable la pregunta de por qué una nación tan musical tiene poco periodismo musical escrito (en la radio ha habido más, y musicólogos como José Pellín han dejado sólidas investigaciones desde la academia) y poca presencia de la música en el cine o la literatura. Hace dos décadas había un buen grupo de cronistas musicales en medios impresos, pero los libros son muy pocos, y la debacle mediática casi acabó con los espacios dedicados a cubrir la música hecha en Venezuela. “Es lo mismo que pasa con el beisbol —dice Guarache—. ¿Cuántas historias de ficción o crónicas sobre el beisbol han podido hacerse y no se han hecho?”. Para él, los propios creadores podrían haber hecho más, y relacionarse más y mejor con gente fuera del ambiente musical. Los músicos no solo tienen que hablar con otros músicos.

El cuatro en el mundo

Un tema muy presente en el libro, en la historia de C4 Trío y en el pensamiento de Jorge Glem en particular es la internacionalización del cuatro y de la música venezolana de raíz tradicional. ¿Cómo se hace eso, en un mundo como el nuestro? ¿Cuándo puede uno decir que el cuatro se hizo global, como la harmónica, el ukelele o el djembe? Guarache dice que la diáspora está haciendo que muchos músicos venezolanos estén irradiando nuestra música desde muchos sitios, y que ahora estamos más cerca de que el cuatro sea un instrumento conocido por músicos en el resto del mundo.

Esto está pasando en el gran público y en los circuitos orquestales. El 30 de junio, C4 Trío tocó en el David Rubenstein Atrium del Lincoln Center de Nueva York. Juan Souki dirigió un musical protagonizado con el cuatro, Papá Cuatro, con el New Miami Theatre, que estuvo en sala entre el 7 de julio y el 25 de agosto. La obra tiene música original de Mariaca Semprún, y la cantante y actriz participa en su elenco junto con el cuatrista Miguel Siso, el arpista Eduardo Betancourt, la bandolista Mafer Bandola y el percusionista Adolfo Herrera. En abril, el cuatrista Leo Rondón estrenó su Concierto del mar para cuatro venezolano y cuerdas con la Sinfónica de la Región de Murcia, junto con el gran trompetista venezolano Pacho Flores. El 28 de julio, la Filarmónica de Los Angeles estrenó en el Hollywood Bowl Odisea: concierto para cuatro y orquesta de Gonzalo Grau, con Gustavo Dudamel dirigiendo y Glem como solista.

“Hay mucho trabajo que hacer pero estamos en el camino y alrededor del cuatro, que se toca en casi todos los ritmos en Venezuela”, concluye Gerardo Guarache. “Ya no es una comunidad venezolana hablándose a sí misma, sino orquestas o escenarios de otros lados que involucran al cuatro venezolano. He visto recitales en las que se acercan audiencias que no tienen nada que ver con el fenómeno y se encuentran con esta música. Hablo de público melómano y con curiosidad con world music, claro”.

Una muestra es lo que acaba de ocurrir en Montreal, donde hay varios músicos venezolanos activos y un conocido cantautor de esta ciudad, Patrick Watson, sacó un tema que ostenta una fuerte influencia de Simón Díaz. Pero lo que vimos en agosto de 2022 fue distinto, cuando al cabo de dos años de distancia social la muy prestigiosa Sinfónica de Montreal (OSM), ahora dirigida por el venezolano Rafael Payare, regresó con su La Virée classique, un intenso programa de presentaciones de verano para acercar más público al repertorio sinfónico, y el tema principal era el encuentro con las músicas de las Américas.

Ante treinta mil personas en el techo del estadio olímpico, el 10 de agosto Payare dirigió a la OSM con Pacho Flores y Héctor Molina, de C4 Trío, en el Concerto venezolano, de Paquito d’Rivera, y San José de Pacairigua, de Evencio Castellanos. El 13, Payare y la OSM convocaron a dos actores (entre ellos la venezolana Ariana Pirela Sánchez) y a Héctor Molina para un espectáculo familiar con las leyendas de Tío Tigre y Tío Conejo que escogió para la ocasión nuestra Cynthia Rodríguez. Ahí sonaron piezas de Aldemaro Romero e Inocente Carreño. Ese mismo día, Pacho Flores dirigió un ensamble de vientos en un programa donde hubo dos composiciones suyas. Y al día siguiente, Payare dirigió un emsamble con Flores y Molina donde ambos desataron el poder de la música venezolana en una pieza del primero, Cantos y revueltas. Tal vez diez por ciento del público que llenó casi completa la sala era venezolano, pero todos aplaudimos de pie, y yo pude ver cómo se conmovían los otros músicos cuando Pacho y Héctor hicieron un dúo de trompeta y cuatro.

Algo estaba pasando ahí. Algo está pasando con nuestra música, más allá de los límites de Venezuela, que no estaba pasando antes. Y esa historia de los C4 que contó Gerardo Guarache tiene mucho que ver con ello.

 

FUENTE: cinco8

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